La ruta Transpacífico atraviesa un momento de gran dinamismo, impulsado por un repunte histórico en la actividad portuaria de China, que está teniendo efectos inmediatos en el comercio marítimo entre Asia y América del Norte. Una tregua arancelaria temporal entre China y Estados Unidos ha desencadenado una oleada de exportaciones aceleradas desde puertos asiáticos hacia la costa oeste estadounidense, en anticipación a nuevas tarifas que entrarían en vigor a partir del 9 de julio.
De acuerdo con el Ministerio de Transporte de China, se embarcaron recientemente 6,7 millones de TEUs, marcando un incremento del 6 % respecto al periodo anterior y el volumen más alto registrado en una sola semana. Los principales destinos son los puertos de Los Ángeles y Long Beach, donde ya se observan niveles de congestión superiores a los promedios de los últimos meses. Según el Marine Exchange of Southern California, recientemente se contabilizaron 68 buques en tránsito hacia la bahía de San Pedro, un número que supera significativamente el promedio de 54,5 buques diarios registrado este año.
Una carrera contra el reloj
El fenómeno tiene una explicación clara: tras el anuncio del expresidente Trump de imponer nuevos aranceles a productos provenientes de China y el sudeste asiático, las empresas importadoras están adelantando embarques antes de que las medidas entren en vigor. Durante abril y mayo, el volumen de importaciones cayó abruptamente, pero la tregua comercial pactada el 12 de mayo reactivó temporalmente los flujos logísticos, otorgando una ventana de 90 días antes de la aplicación de las nuevas tarifas.
La Federación Nacional de Retail de EE. UU. ya anticipa un fuerte repunte de importaciones durante junio y julio, seguido de una posible caída del 20 % en septiembre si no se llega a un nuevo acuerdo comercial. Este patrón de “acelerar antes del golpe” ha sido frecuente en contextos de tensiones comerciales y vuelve a poner presión sobre las cadenas logísticas globales.
Nuevas dinámicas regionales
Además de China, otros países asiáticos como Vietnam, Tailandia y Taiwán están viendo aumentos en sus exportaciones hacia Estados Unidos, impulsados por la estrategia de relocalización de producción (reshoring) que muchas empresas han adoptado para reducir su dependencia de fábricas chinas. Esto está reconfigurando las rutas comerciales, redistribuyendo el tráfico marítimo y, en algunos casos, modificando patrones de demanda en los centros logísticos tradicionales.
Por otro lado, el volumen de carga también ha crecido en otros modos de transporte. China reportó más de 2.100 vuelos domésticos de carga en el último periodo y niveles récord en transporte ferroviario para esta época del año. A pesar de que EE. UU. eliminó recientemente la exención arancelaria sobre pequeños paquetes (afectando el e-commerce), otros mercados han compensado esa caída con mayor volumen.
¿Qué impacto tiene esto para países fuera del eje Transpacífico?
Aunque esta dinámica se concentra entre Asia y Norteamérica, las implicaciones son globales. Las alteraciones en una ruta tan crítica como la Transpacífico generan efectos colaterales que alcanzan otras regiones, tanto por la redistribución de equipos logísticos (como contenedores y espacios en buques) como por el impacto en tarifas internacionales de flete, especialmente en rutas indirectas.
Para países como Colombia, el impacto se manifiesta principalmente a través de:
- Mayores tiempos de tránsito o menor disponibilidad de espacio en embarques que se originan en Asia.
- Aumento en los costos de flete marítimo, derivados de la alta demanda en rutas donde compiten múltiples mercados.
- Necesidad de revisar calendarios de abastecimiento para sectores que importan bienes de consumo, tecnología o materias primas desde Asia.
Además, las empresas colombianas que dependen de conexiones logísticas vía Estados Unidos (por ejemplo, usando Miami o Panamá como hubs) podrían sentir la presión de esta congestión, especialmente si los flujos se desvían o saturan los canales actuales.
El panorama logístico global sigue estando marcado por la volatilidad. En este contexto, las empresas tanto en Asia como en América Latina deben reforzar sus capacidades de planeación logística, visibilidad de embarques y diversificación de proveedores. Tener aliados logísticos que ofrezcan flexibilidad, trazabilidad y alternativas de ruta será clave para adaptarse a cambios inesperados en la dinámica comercial.
Fuente: Mundo marítimo.